miércoles, 20 de octubre de 2010

¡Que ahora me digan que todo es una sensación!.

 La entrada al blog que iba a publicar hoy, trataba sobre el incumplimiento de la ley de talles en Argentina, pero dada circunstancias de último momento la voy a reemplazar por la que sigue a continuación.

Hoy fue un día bastante desprolijo para mí, pero al llegar la tarde-noche solo pensaba en volver a mi dulce hogar porteño donde podría disfrutar lo que me quedaba del día escuchando a Diego Poggi con su radioactivo vía twitter. Pero el destino, la mala suerte o lo que sea me tenía preparada otra mala jugada. Eran las ocho menos diez de la noche y me estaba subiendo al diferencial hacía capital, como los primeros asientos en los que suelo viajar estaban ocupados me fui casi al fondo del colectivo y me senté muy cómodamente mientras leía textos para resumir, pero tras menos de cinco minutos de marcha algo me llamo la atención: música que provenía de un celular en mano de dos sabandijas ubicados tres butacas más atrás y del lado contrario al mío. Éramos bastantes pasajeros los que estábamos molestos pero para evitar que el viaje se hiciera más tedioso de lo que es, simplemente intentamos simular que no nos interesaba. Más tarde y ya en plena ruta 9, siento olor a que algo se quemaba, así que aparte la vista de mis escritos y divise como estaban fumando plácidamente mientras hablaban por celular con la madre de uno de sus amigos que “había caído en cana” –según propias definiciones- y a continuación frases como “nosotros nos vamos a guardar un tiempo, pero antes hoy hacemos un último trabajito”  (..) “si, estamos viajando y si alguien se queja los callamos de una”. Entre varias amenazas subliminales más. Creo que la peor forma de maltrato es la psicológica o verbal, que están dirigidas específicamente a actuar sobre el comportamiento de los dominados. Había pocas opciones: ordenar que se comporten, lo cual ante el evidente estado de leve ebriedad que tenían no iba a funcionar, exigir que en el peaje las autoridades correspondientes hagan acto de presencia y tomen el control de la situación o bajarse en el medio de la nada. De todas esas opte por la segunda: exigir e implorar al chofer que pare en el peaje y que las autoridades tomen cartas en el asunto, respuesta del chofer: “Si hacemos eso y los encuentran limpios – de drogas, alcohol o armas- el viaje va a ser muy pero muy largo” (La situación seguía igual). No supe que decir, más que estaba harta de todo y que me sentía muy mal, que necesitaba que alguien me brinde seguridad por el resto del viaje y lo único que obtuve fue sentarme en el escalón, al lado del chofer con todas las ventanas abiertas y tratando de fingir una descompostura de estómago. Así que hice eso, pensando en que no podíamos decir nada por que en el colectivo venían criaturas y ancianos los cuales se convierten en una suerte de escudo de estos reverendos hijos de puta, le pese a quién le pese el adjetivo calificativo. El conductor intentaba calmarme y a su vez debíamos fingir que mi descompostura no tenía nada que ver por el pánico que me invadía pero yo no entendía por que Gendarmería, la Policía o la autoridad “competente” debía someternos a  todos a viajar así, esperando a que hagan algo antes de actuar. Y así de simple cruzamos el peaje y a nadie le llamó la atención que una pasajera venga sentada en un escalón, nada era sospechoso, todo seguía siendo una “sensación” de las 34 personas –aproximadamente- que veníamos en el micro.
El conductor me conto que estos tipos habían subido con pase estatal y que  la semana pasada a otro chofer otros dos, lo habían amenazado con un arma en las costillas para que con el servicio diferencial entrara a Escobar como un servicio común; eso se suponía que debía dejarme tranquila. Ahora uno se pone a pensar las injusticias que hay, por ejemplo el tema del pase estatal: todo turbio, se debería dar a las personas que lo necesitan por que sus recursos son escasos y no disponen de movilidad propia, por ejemplo personas que necesitan un tratamiento costoso o atención médica especial, o por su avanzada edad –especialmente a los jubilados- o casos que sean netamente justificables. Lo que no podía terminar de entender es como personas que obviamente nos tenían bajo amenaza y eran “chorros/ rateros” poseían y disponían de uno. Entonces empecé a recordar que en este país a esa clase de “seres vivientes” –por desgracia- se les dan un montón de beneficios que estudiantes y trabajadores no tenemos: ellos viajan gratis, tienen atención médica inmediata gratis, planes del gobierno, atención de las autoridades, y en el mejor de los casos una vez que están tras rejas comida, techo, estudio y demás comodidades sin cargo con los fondos que recaudan de nuestros impuestos, y como si eso fuera poco también tienen DERECHOS HUMANOS, que nosotros obviamente no tenemos.
La situación no paso a mayores, se bajaron en Puente Savedra diciendo groserías y una vez en marcha de nuevo, todo el mundo largo un suspiro y se re acomodó en sus butacas. Esta vez fue solo un susto, una prueba de cómo ellos pueden tomar el control sin nadie poder hacer nada a cambio, pero en muchas otras veces las cosas no salen iguales y hay mucha gente que muere, es torturada, herida y abusada, pero a nadie le importa, por que nuestra Presidente esta muy ocupada siendo electa la mujer más sexy del país, por que el resto de nuestros funcionarios les importa un rábano lo que suceda mientras ellos se sigan llevando ganancias. Estas cosas pasan por que los derechos humanos son para los parásitos y no para la gente, por que somos altamente influenciables por inoperantes que claramente no salen a la calle más que a pasear sus traseros en busca de un poco de prensa, por que se ocupan en modificar una ley de medios en lugar de la leyes que garanticen y  certifiquen el derecho a la vida de cualquier habitante del suelo argentino, o de aquellas que penen con su mayor rigor los delitos. No hace falta ser abogado, ni Presidente para tener eso presente, pero si hace falta alguien que lo implemente y que de una vez por todas haga que podamos transitar sin mayor preocupación que cumplir con nuestros deberes como ciudadanos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario